martes, 14 de febrero de 2012

Trastornos de Conducta

INFANCIA  CON DISCAPACIDAD
Y TRASTORNOS DE CONDUCTA
(Orientaciones para las familias)

· QUÉ  SON Y POR QUÉ  APARECEN LOS TRASTORNOS DE CONDUCTA

Los trastornos de conducta (auto agresión, agresión, conductas asociales, etc.) son, ante todo, una forma de comunicación, una forma de relacionarse con el entorno, de reaccionar ante él. En este sentido, en cuanto suponen una respuesta, una voluntad de comunicación y de relación, es algo positivo. Pero sus consecuencias (daños, a veces muy importantes, a uno mismo y a los demás) provocan una dinámica destructiva en la relación que se intenta establecer.

Los problemas de conducta se resuelven. Pueden estar asociados a un síndrome, a una discapacidad, pero no son parte del síndrome ni de la discapacidad.

Los problemas de conducta están íntimamente ligados a los problemas de comunicación y a la reacción del entorno ante dichos problemas conductuales. Los problemas de comunicación crean un alto grado de frustración y como reacción aparece el problema conductual. Si la reacción  del entorno, ante dicho problema, es negativa, el problema conductual se agudiza.

Todo niño, independientemente de su grado de capacidad o discapacidad, puede evolucionar.  Su evolución, sobre todo en su capacidad de comunicación con los demás, va a incidir en la mejora de sus problemas conductuales.

· CÓMO SE SIENTEN LOS NIÑOS

Cuando un niño no se puede comunicar, no puede expresar sus necesidades, sus deseos, su malestar, puede desencadenarse una reacción agresiva o auto agresiva que consigue, sin lugar a dudas, alertar a su entorno y desahogar, de alguna manera, la tremenda frustración e impotencia que conlleva su dificultad.

Mediante la agresión o la auto agresión nuestro hijo exterioriza el tremendo malestar que siente en un momento determinado. Sentir que sus padres intentan comprenderlo, aceptarlo, acogerlo,  incluso en los más duros momentos, será básico para poder ir superando, poquito a poco, su reacción desmedida y descontrolada ante la frustración.

· CÓMO SE SIENTEN LOS PADRES

Las conductas agresivas o autoagresivas de un hijo, afectado por algún trastorno o discapacidad, es para muchos padres un duro reto.

Reacciones que tenemos los padres ante trastornos graves de conducta, que nos asustan, que no ayudan a nuestros hijos, pero que son “normales”:

Los padres nos descontrolamos y reaccionamos, en ocasiones, de manera inadecuada, incluso con violencia, lo que agudiza aún más el problema.

Tenemos, en momentos puntuales, sentimientos muy negativos hacia los hijos.

Cruzan por nuestra mente deseos de huida: separación del hijo, etc.

Todo ello no nos debe llevar a sentimientos de culpabilidad, pero sí a revisar e intentar modificar y mejorar nuestra reacción ante las crisis violentas de nuestros hijos.

La cotidianeidad familiar más elemental se ve truncada cuando aparecen los trastornos graves de conducta. Las actividades sociales, familiares, la independencia de los padres se ven seriamente afectadas, no resulta fácil ni encontrar un “canguro” para quedarse una tarde con el niño. Todo ello conlleva un elevado grado de estrés y un desgaste psicológico, afectivo y personal. Por la especial dureza que supone el tiempo, a veces bastante largo, en que una familia tiene que afrontar graves trastornos conductuales, puede ser necesaria la orientación y apoyo profesional, así como la realización de actividades desestresantes. Ello ayudará a los padres a responder con mayor control ante las conductas desafiantes e incluso lesivas de sus hijos.

Los padres conocemos, mejor que nadie, a nuestros hijos. La familia es el pilar que permitirá al niño superar sus problemas: es fundamental que el niño sienta su apoyo, su amor, su enfado, su fe en que logrará avanzar y mejorar.

· CÓMO AFRONTAR LOS TRASTORNOS DE CONDUCTA

Los problemas de conducta, como las rabietas (aunque su intensidad y peligrosidad es mucho mayor), requieren de mucha paciencia, de una acción educativa, adecuada al carácter y a las circunstancias de cada niño,  y de mucho amor.

De la entereza, el optimismo, o el pesimismo con que se tomen los padres  los problemas de conducta de sus hijos va a depender, en buena parte, su más pronta o tardía resolución. Estos trastornos pueden superarse, son un escalón, una etapa, en la evolución de nuestro hijo, que hay que superar para poder llegar al escalón siguiente. Y el esfuerzo va a merecer la pena.

Los trastornos de conducta son el síntoma que pone de manifiesto un problema, una frustración, un malestar... En la medida en que consigamos entender y solucionar las causas que los provocan, irán remitiendo. La orientación y el intercambio con profesionales especializados puede ayudar a mejorar las estrategias comunicativas del niño y de los padres, lo que reducirá los trastornos conductuales. Mientras tanto, es fundamental que el niño “sienta” que le queremos ayudar.

Evitar, en la medida de lo posible, aquellas situaciones frustrantes que el  niño no puede aún asumir,  o que le provocan malestar, es básico para prevenir la aparición de los trastornos conductuales.  Al igual que es necesario ayudarle y enseñarle a tolerar la frustración, en grados que pueda soportar y en los momentos oportunos. Hay que poner límites con todo el cariño del mundo.

“Castigar” a un niño con trastornos de conducta es una forma de violencia contra él, ya que lo estamos castigando porque no sabe, no es capaz de comunicarse con nosotros de otra manera. La empatía, la confianza en los progresos del niño por difíciles que sean, la paciencia... suelen conseguir, a largo plazo, mejores resultados.


En España se medica a un 60% de los niños que presentan trastornos de conducta, cuando el 90% de estos niños no requeriría ningún tipo de medicación. La medicación, además de los riesgos que conlleva,  enmascara el síntoma sin resolver las causas y dificulta el progreso y autocontrol del niño.

Los graves problemas conductuales, que constituyen también una manera de llamar la atención de los padres, aparecen, en sus momentos más duros, como acto reflejo ante cualquier demanda o malestar, que se refuerza al ser atendido por los adultos. El niño debe sentirse atendido, pero no hace falta que acudamos todos corriendo hacia él, bastará con palabras tranquilizadoras, con que se sienta acogido. Hay que ayudarle a buscar otras maneras de hacer la demanda. En los casos más graves habrá que utilizar también aquellos elementos protectores que eviten daños físicos.

Todo comportamiento conlleva un mensaje, nuestra acción educativa debe orientarse a descifrar dicho mensaje y a darle la mejor respuesta posible. No debemos olvidar nunca el aspecto comunicativo de las conductas de nuestros hijos, por difíciles y graves que éstas sean


Texto divulgativo elaborado por padres de la Asociación ANDI –Grupo Espiral- , con el asesoramiento de diversos profesionales.